domingo, 1 de junio de 2008

JULITA

“Señooor!! Señoor!!”. Así me dice Julita cuando me mima. Alarga la última “o” como para acariciarme con la palabra.
Y sonríe y le brillan los ojos. Y su cara junta algunas arrugas como senderos que señalan claramente cómo viene transitando la vida.
Julita es peruana. Pero antes que peruana es india. Su lengua madre es el quechua, y habla el español con el típico acento que tienen los pueblos nativos del Perú.

De baja estura, “chiquita”, viene toda junta, como en un paquetito.
Con sus manos curtidas y sus dedos carnosos y romos pela una papa con cuchillo mucho más rápido y con mayor prolijidad que yo, que lo hago con mis dedos “blancos” alargados y con “pelapapas” ergonómico Guzzini.

Julita es cocinera. Y de las buenas. Todo lo que cocina es rico. Tiene noción ancestral para dar sabor a los elementos de la naturaleza. No necesita un título de “cheff”; su conocimiento preexiste a las escuelas de cocina. En la geografía andina, su vida misma gira en derredor de un modo de alimentarse y relacionarse con los frutos y animales de la tierra.

Julita es buena. Su raza lo es. Algunos idiotas toman a gente como Julita como idiota. Otros hijos de mil puta incluso la explota. Y cuando lo hacen, se justifican por el éxito mismo de esa explotación: “¿Ves que son idiotas?”, te explican.

Julita es una de las personas que más quiero.
Me emociona su bondad. Su sencillez, su andar por la vida con respeto y dignidad. Su relación natural y espontánea con las cosas.

Su pueblo, estuvo en estas tierras miles de años antes que el mío. Y sin duda esa historia está en el ADN de naciones como Bolivia o Perú donde el conflicto cultural ha explotado; tarde por cierto, pero al fin.

Nuetro país, que vino de los barcos, también tuvo una gran población indígena y lleva, a su manera, ese mismo conflicto en su código genético.

Vaya mi tributo y reconocimiento a Julita, y en ella, a toda las personas que hacen de la bondad un modo de vida; de la discreción, un culto; del trabajo, un hábito sano; y de la sencillez, su ética y estética.

Finalmente una plegaria, un deseo, que alguna vez aquellos hijos de mil puta que conviven con nosotros jodiendo a los buenos, paguen su culpa con una merecida condena. Las utopías suelen desvanecerse, la búsqueda de justicia es inmortal.

No hay comentarios: