domingo, 25 de febrero de 2007

EL LIBRO (La otra historia...)

Hay presencias que tienen un sentido distinto al que uno imagina o desea. Se viven de cerca, de lejos, al lado de uno, o representadas por objetos: alguna ropa, fotos, o un libro.... Lo peor que podemos hacer es convertirlas en ausencias por el simple hecho de que no eran lo que nosotros imaginamos o deseamos.

Capítulo I: Había una vez una historia de amor donde algunos libros fueron prestados y compartidos sin reclamos. Es que al final siempre iban a ser devueltos porque -en verdad- eran lo de menos. ...Sólo cuando no hay amor los libros se pierden en bibliotecas ajenas.

Capítulo II: la historia parecía que podía no terminar nunca. El tipo citaba a Manzi y cantaba "Como vos, ninguna". Citaba a Contursi y cantaba "Como dos extraños". También cambiaba de ritmos y disfrutaba lo que estaba viviendo. Dónde estaban los libros, seguía siendo lo de menos...

Capítulo III: Un día ella sintió "que todo lo que necesitas es amor y punto". Y con el punto empezaron sus cavilaciones porque volcó expectativas ajenas a esa relación. Entonces comenzó a pensar en los libros metafóricamente, y pasaron a ser objetos representativos de cosas pendientes. Y especuló con los llamados y sufrió.

Después se inventó el analgésico, y pensó: "al final, son apenas libros. Con tapas, solapas, con un "se terminó de imprimir en los talleres de…"". Hasta que un día se encuentren (por decisión o por casualidad), y descubra el engaño: creer que tener un libro es tener la historia, pero se olvidó de algo que pateaba la construcción literaria del centro de la escena: los sujetos.

Nunca hubo un as en la manga, pero sí un final abierto: la historia puede renacer o morir. O quizás una nueva historia nazca. En el último renglón entendió que siempre hay algo más que escribir. Y el libro será o no lo de menos. Depende de uno.
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(*) Sobre una idea de la autora de El libro.